Cuenta la leyenda que en el castillo de canterville un hombre asesino a su mujer porque ella le había sido infiel, pero el hombre fue condenado a vagar por el castillo como fantasma durante la eternidad.
Un día una familia de Estados Unidos compra el castillo y decide mudarse
a el, al llegar el fantasma rápidamente comienza asustarlos como a
todos aquellos que habían intentado vivir antes en el castillo, pero la
familia parece no temerlo, incluso se burlan de él y lo tratan como una
persona normal. El fantasma sige intentando pero no logra asustarlos,
llega el momento donde él es asustado por la nueva familia.
Un dia Virginia, la hija del hombre que compro la casa, se acerca al
fantasma y le pregunta porque intentaba asustarlos, él le cuenta su
historia y ella decide ayudarlo. El fantasma le dijo que si alguien
lloraba por el entonces el seria libre y podría descansar, ella entonces
va al escondite del fantasma y comienza a llorar pidiendo que perdonen
al fantasma, el cual es perdonado y puede marcharse del castillo para
poder descansar en paz.
viernes, 31 de enero de 2014
terror bajo la tierra
Dos amigas que vivían en un pueblo, ellas acordaron verse para ir a traer tierra para una clase de química, al
excavar una de ellas encontró una fea muñeca, toda sucia y con una
mirada muy terrorífica, ellas decidieron retirarse, poco después una de
ellas enfermo, la llevaron al hospital, pero aun así falleció.
el callejon del diablo
La leyenda del callejón del diablo surgió porque las personas decían que en uno de los callejones de la ciudad se aparecía el diablo a mitad de la noche.
Un día algunos jóvenes comenzaron a contar la leyenda, y entre la plática uno de ellos fue retado a clavar una estaca a la mitad del callejón a media noche, el acepto y esa noche fue al callejón, comenzó a clavar la estaca en la pared, pero de pronto comenzó a sentir miedo y se dio la vuelta y quiso correr, pero sintió que algo detuvo su capa y de pronto cayó muerto del terror.
Al día siguiente sus amigos lo encontraron muerto en el callejón con su capa atorada en la estaca que el clavo en la pared.
Un día algunos jóvenes comenzaron a contar la leyenda, y entre la plática uno de ellos fue retado a clavar una estaca a la mitad del callejón a media noche, el acepto y esa noche fue al callejón, comenzó a clavar la estaca en la pared, pero de pronto comenzó a sentir miedo y se dio la vuelta y quiso correr, pero sintió que algo detuvo su capa y de pronto cayó muerto del terror.
Al día siguiente sus amigos lo encontraron muerto en el callejón con su capa atorada en la estaca que el clavo en la pared.
jueves, 30 de enero de 2014
la caja ronca
Había una vez en San Juan Calle un chiquillo curioso que quería saber en qué sueñan los fantasmas. Pues este pequeño había escuchado sobre unos aparecidos que merodeaban en las noches de Ibarra, sin que nadie supiera quiénes eran, pero que de seguro no pertenecían a este Mundo.
-¡Ay Jesús!, decía Carlos, ojalá no salgan la noche en que tengo que regar la chacra. Sin embargo, este muchacho de 11 años era tan preguntón que se enteró que las almas en pena vagaban a medianoche para asustar a todos los que salían. Estos seres, según decían, penaban porque dejaron enterrados fabulosos tesoros y hasta que alguien los encontrara no podían ir al cielo.
Estos entierros estaban en pequeños baúles de maderas duras para que resistieran la humedad de las paredes.
Carlos moría de ganas de conocer a esas almas en pena, aunque sea de lejos y fue a la casa de su amigo Juan José para que lo acompañara al regadío.
-¡Qué estás loco!, dijo Juan José.
Yo estaba en el barrio cuando
hablaron de la Caja Ronca, que
era como habían denominado a
esa procesión fantasmal.
-No seas malito, le dijo Carlos.
Y luego de insistir, los dos chicos caminaron hasta el barrio San Felipe. Empezaron a regar los sembríos y después prendieron una fogata y esperaron que el tiempo transcurriera, eso sí evitando hablar de la temible Caja Ronca.
Atraídos por la magia del fuego no tardaron en dormirse, mientras un ruido pareció entrar por el portón
del Quiche Callejón. Despertaron y el sonido se hizo cada vez más fuerte. Entonces se acercaron a la
hendidura y lo vieron todo:
Un personaje extraño rodeado de fuego daba órdenes a sus fieles, que caminaban lentamente como arrepintiéndose.
Los curiosos estaban pegados al portón como si fueran estatuas. Y entonces la puerta sonó. A su lado se encontraba un penitente con una caperuza que ocultaba sus ojos. Les extendió dos enormes velas aún humeantes y se esfumó como había llegado.
A Juan José le pareció que una carroza contenía la temible Caja Ronca, que no era otra cosa que algún baúl lleno de plata perdido en el tiempo y el espacio y que buscaba unas manos que lo liberaran de su antiguo dueño.
Ni cuenta se dieron cuando se quedaron dormidos, ni aún en el momento en que sus pies temblorosos los llevaron hasta sus casas de paredes blancas.
En San Juan Calle, las primeras beatas que salieron a misa los encontraron echando espuma por la boca y aferrados a las velas fúnebres. Cuando fueron a favorecerles comprobaron que las veladoras se habían transformado en canillas de muerto.
Fue así como, de boca en boca, se propagaron estos sucesos y los chicos fueron los invitados de las noches cuando se reunían a conversar de los sucesos de la Caja Ronca...
Leer más: http://www.monografias.com/trabajos36/leyendas-ecuatorianas/leyendas-ecuatorianas2.shtml#ixzz2rvm9957k
-¡Ay Jesús!, decía Carlos, ojalá no salgan la noche en que tengo que regar la chacra. Sin embargo, este muchacho de 11 años era tan preguntón que se enteró que las almas en pena vagaban a medianoche para asustar a todos los que salían. Estos seres, según decían, penaban porque dejaron enterrados fabulosos tesoros y hasta que alguien los encontrara no podían ir al cielo.
Estos entierros estaban en pequeños baúles de maderas duras para que resistieran la humedad de las paredes.
Carlos moría de ganas de conocer a esas almas en pena, aunque sea de lejos y fue a la casa de su amigo Juan José para que lo acompañara al regadío.
-¡Qué estás loco!, dijo Juan José.
Yo estaba en el barrio cuando
hablaron de la Caja Ronca, que
era como habían denominado a
esa procesión fantasmal.
-No seas malito, le dijo Carlos.
Y luego de insistir, los dos chicos caminaron hasta el barrio San Felipe. Empezaron a regar los sembríos y después prendieron una fogata y esperaron que el tiempo transcurriera, eso sí evitando hablar de la temible Caja Ronca.
Atraídos por la magia del fuego no tardaron en dormirse, mientras un ruido pareció entrar por el portón
del Quiche Callejón. Despertaron y el sonido se hizo cada vez más fuerte. Entonces se acercaron a la
hendidura y lo vieron todo:
Un personaje extraño rodeado de fuego daba órdenes a sus fieles, que caminaban lentamente como arrepintiéndose.
Los curiosos estaban pegados al portón como si fueran estatuas. Y entonces la puerta sonó. A su lado se encontraba un penitente con una caperuza que ocultaba sus ojos. Les extendió dos enormes velas aún humeantes y se esfumó como había llegado.
A Juan José le pareció que una carroza contenía la temible Caja Ronca, que no era otra cosa que algún baúl lleno de plata perdido en el tiempo y el espacio y que buscaba unas manos que lo liberaran de su antiguo dueño.
Ni cuenta se dieron cuando se quedaron dormidos, ni aún en el momento en que sus pies temblorosos los llevaron hasta sus casas de paredes blancas.
En San Juan Calle, las primeras beatas que salieron a misa los encontraron echando espuma por la boca y aferrados a las velas fúnebres. Cuando fueron a favorecerles comprobaron que las veladoras se habían transformado en canillas de muerto.
Fue así como, de boca en boca, se propagaron estos sucesos y los chicos fueron los invitados de las noches cuando se reunían a conversar de los sucesos de la Caja Ronca...
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la olla del panecillo
Había en Quito una mujer que diariamente llevaba su vaquita al Panecillo. Allí pasaba siempre porque no tenía un potrero donde llevarla. Un buen día, mientras recogía un poco de leña, dejó a la vaquita cerca de la olla. A su regreso ya no la encontró. Llena de susto, se puso a buscarla por los alrededores.
Pasaron algunas horas y la vaquita no apareció. En su afán por encontrarla, bajó hasta el fondo de la misma olla y su sorpresa fue muy grande cuando llegó a la entrada de un inmenso palacio.
Cuando pudo recuperarse de su asombro, miró que en un lujoso trono estaba sentada una bella princesa.
Al ver allí a la humilde señora, la princesa sonriendo preguntó:
-¿Cuál es el motivo de tu visita?
- ¡He perdido a mi vaca! Y si no la encuentro quedaré en la mayor miseria - contestó la mujer sollozando -.La princesa, para calmar el sufrimiento de la señora, le regaló una mazorca y un ladrillo de oro.
También la consoló asegurándole que su querida vaquita estaba sana y salva.
La mujer agradeció a la princesa y salió contenta. Cuando llegó a la puerta, ¡tuvo la gran sorpresa!
- ¡Ahí está mi vaca!
La mujer y el animalito regresaron a su casa.
Leer más: http://www.monografias.com/trabajos36/leyendas-ecuatorianas/leyendas-ecuatorianas2.shtml#ixzz2rvkUoBlq
Pasaron algunas horas y la vaquita no apareció. En su afán por encontrarla, bajó hasta el fondo de la misma olla y su sorpresa fue muy grande cuando llegó a la entrada de un inmenso palacio.
Cuando pudo recuperarse de su asombro, miró que en un lujoso trono estaba sentada una bella princesa.
Al ver allí a la humilde señora, la princesa sonriendo preguntó:
-¿Cuál es el motivo de tu visita?
- ¡He perdido a mi vaca! Y si no la encuentro quedaré en la mayor miseria - contestó la mujer sollozando -.La princesa, para calmar el sufrimiento de la señora, le regaló una mazorca y un ladrillo de oro.
También la consoló asegurándole que su querida vaquita estaba sana y salva.
La mujer agradeció a la princesa y salió contenta. Cuando llegó a la puerta, ¡tuvo la gran sorpresa!
- ¡Ahí está mi vaca!
La mujer y el animalito regresaron a su casa.
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el cristo de los andes
Los sacerdotes no podían creerlo, Manuel Chili, el pequeño indígena que se descolgaba de un lado a otro entre andamios y pasadizos en el interior de la iglesia de La Compañía, de pronto se convirtió en un gran artista. Los jesuitas, sorprendidos de la habilidad de este joven, decidieron tomarlo a su cargo, darle vivienda, comida y un poco de dinero, pues los talladores no tenían el reconocimiento de verdaderos artistas.
También le ofrecieron una preparación especial en el arte, para que obtuviera un mejor dominio de la escultura y la pintura. Así nació el gran ¡Caspicara!
También le ofrecieron una preparación especial en el arte, para que obtuviera un mejor dominio de la escultura y la pintura. Así nació el gran ¡Caspicara!
Manuel trabajaba doce horas al día sobre andamios y bordes peligrosos. Esto le creó una extraña fobia a las alturas. Cuentan que por esta fobia permanecía largos ratos en silencio y con los ojos cerrados. El capellán de la iglesia cuando lo veía se enfurecía: él imaginaba que Manuel Chili estaba dormido.
Su fama se extendió y sus obras empezaron a cotizarse en grandes pesos en oro. Las iglesias de nuestro país, como también las de Colombia, Perú, Venezuela y España, gozaban con la majestuosidad de sus cristos, marías y niños dioses.
Es tanta la belleza de estas imágenes, que mucha gente les ha dado virtudes milagrosas.
Actualmente sus obras no tienen precio, están valoradas en millones de dólares y son patrimonio cultural del país.
Irónicamente, el maestro Manuel Chili murió en la pobreza mayor, abandonado en un hospicio y despreciado por la gente
Es tanta la belleza de estas imágenes, que mucha gente les ha dado virtudes milagrosas.
Actualmente sus obras no tienen precio, están valoradas en millones de dólares y son patrimonio cultural del país.
Irónicamente, el maestro Manuel Chili murió en la pobreza mayor, abandonado en un hospicio y despreciado por la gente
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la capa del estudiante
Todo comenzó cuando un grupo de estudiantes se preparaban para rendir los últimos exámenes de su año lectivo. Uno de ellos, Juan, estaba muy preocupado por el estado calamitoso en el que se hallaban sus botas y el hecho de no tener suficiente dinero para reemplazarlas.
Para él era imposible presentarse a sus exámenes en semejantes fachas; sus compañeros le propusieron vender o empeñar su capa, pero para él eso era imposible?finalmente le ofrecieron algunas monedas para aliviar su situación, pero la ayuda tenía un precio; sus amigos le dijeron que para ganárselas debía ir a las doce de la noche al cementerio del El Tejar, llegar hasta la tumba de una mujer que se quitó la vida, y clavar un clavo, Juan aceptó.
Casualmente aquella tumba era la de una joven con la que Juan tuvo amores en el pasado y que se quitó la vida a causa de su traición. El joven estaba lleno de remordimientos?pero como necesitaba el dinero, acudió a la cita.
Casualmente aquella tumba era la de una joven con la que Juan tuvo amores en el pasado y que se quitó la vida a causa de su traición. El joven estaba lleno de remordimientos?pero como necesitaba el dinero, acudió a la cita.
Subió por el muro y llegó hasta la tumba señalada?mientras clavaba, interiormente pedía perdón por el daño ocasionado. Pero cuando quiso retirarse del lugar no pudo moverse de su sitio porque algo le sujetaba la capa y le impedía la huida?sus amigos le esperaban afuera del cementerio, pero Juan nunca salió.
A la mañana siguiente, preocupados por la tardanza se aventuraron a buscarlo y lo encontraron muerto. Uno de ellos se percató de que Juan había fijado su capa junto al clavo?no hubo ni aparecidos ni venganzas del más allá, a Juan lo mató el susto.
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Cantuña
Famosa es la leyenda que cuenta cómo el convento de San Francisco de Quito fue construida por Cantuña mediante pacto con el diablo. Ésta relata cómo Cantuña contratista, atrasado en la entrega de las obras, transó con el maligno para que, a cambio de su alma, le ayudara a trabajar durante la noche. Numerosos diablillos trabajaron mientras duró la oscuridad para terminar la iglesia. Al amanecer los dos firmantes del contrato sellado con sangre: Cantuña por un lado, y el diablo por el otro, se reunieron para hacerlo efectivo.
El indígena, temeroso y resignado, iba a cumplir su parte cuando se dio cuenta de que en un costado de la iglesia faltaba colocar una piedra; cuál hábil abogado arguyó, lleno de esperanza, que la obra estaba incompleta, que ya amanecía y con ello el plazo caducaba, y que, por lo tanto, el contrato quedaba insubsistente .
Ahora bien, la historia, a pesar de haber contribuido al mito, es algo diferente. Cantuña era solamente un guagua de noble linaje, cuando Rumiñahui quemó la ciudad. Olvidado por sus mayores en la historia colectiva ante el inminente arribo de las huestes españolas, Cantuña quedó atrapado en las llamas que consumían al Quito incaico.
La suerte quiso que, pese a estar horriblemente quemado y grotescamente deformado, el muchacho sobreviva. De él se apiadó uno de los conquistadores llamado Hernán Suárez, que lo hizo parte de su servicio, lo cristalizó, y, según dicen, lo trató casi como a propio hijo. Pasaron los años y don Hernán, buen conquistador pero mal administrador, cayó en la desgracia. Aquejado por las deudas, no atinaba cómo resolver sus problemas cada vez más acuciantes. Estando a punto de tener que vender casa y solar. Cantuña se le acercó ofreciéndole solucionar sus problemas, poniendo una sola condición: que haga ciertas modificaciones en el subsuelo de la casa.
La suerte del hombre cambió de la noche a la mañana, sus finanzas se pusieron a tal punto que llegaron a estar más allá que en sus mejores días. Pero no hay riqueza que pueda evitar lo inevitable: con los años a cuestas, al ya viejo guerrero le sobrevino la muerte. Cantuña fue declarado su único heredero y como tal siguió gozando de gran fortuna. Eran enormes las contribuciones que el indígena realizaba a los franciscanos para la construcción de su convento e iglesia. Los religiosos y autoridades, al no comprender el origen de tan grandes y piadosas ofrendas, resolvieron interrogarlo. Tantas veces acudieron a Cantuña con sus inoportunas preguntas que éste resolvió zafarse de ellos de una vez por todas. El indígena confesó ante los estupefactos curas que había hecho un pacto con el demonio y que éste, a cambio de su alma, le procuraba todo el dinero que le pidiese.
Algunos religiosos compasivos intentaron el exorcismo contra el demonio y la persuasión con Cantuña para que devuelva lo recibido y rompa el trato. Ante las continuas negativas, los extranjeros empezaron a verlo con una mezcla de miedo y misericordia. A la muerte de Cantuña se descubrió en el subsuelo de la casa, bajo un piso falso, una fragua para fundir oro. A un costado había varios lingotes de oro y una cantidad de piezas incas listas para ser fundidas.
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accidente en un abismo

En un lugar de la Sierra Ecuatoriana donde la carretera circula entre montañas y grandes abismos, un matrimonio con su hijo avanzaban con cautela en el coche. Era una noche con mucha niebla y el viaje era muy peligroso.
Regresaban de un viaje en la montaña y se dirigían a su casa por una carretera, poco transitada. De pronto se les apareció una mujer en medio de la carretera con el cuello y la ropa llenos de sangre gritando para que parasen. La familia paró y el marido se bajó del coche. Entonces habló con la mujer que, muy alterada y llorando, le dijo que habían tenido un accidente y que se habían caído con el coche por el barranco. La mujer le rogó que la ayudara, que tenía un bebé y se había quedado atrapado entre los hierros del coche, que bajara y lo sacara de allí.
El hombre cogió su equipo de montaña y se puso a bajar por el barranco. Al rato subió muy nervioso con el bebé en brazos y le preguntó a su esposa dónde estaba la mujer. Esta le respondió que se había sentado en una piedra grande que había allí en la carretera, pero cuando miraron ya no estaba. Entonces el hombre se metió rápidamente en el coche con el bebé y le dijo a su mujer que hiciera lo mismo. Arrancó el coche y se fueron. Su mujer, muy enfadada, le preguntó que por qué se iba con el bebé, que por qué no habían buscado a la mujer, el marido le dijo que se tranquilizara y que cuando llegaran a su casa le contaría.
Cuando llegaron, la mujer le pidió explicaciones a su marido. Este le contestó que cuando bajó y cogió al bebé vio a la mujer muerta, el accidente había sido brutal y su cuerpo estaba cubierto de sangre y el cinturón de seguridad enredado a su cuello.
El espíritu de la mujer era el que le había pedido ayuda para que salvaran a su hijo.
Regresaban de un viaje en la montaña y se dirigían a su casa por una carretera, poco transitada. De pronto se les apareció una mujer en medio de la carretera con el cuello y la ropa llenos de sangre gritando para que parasen. La familia paró y el marido se bajó del coche. Entonces habló con la mujer que, muy alterada y llorando, le dijo que habían tenido un accidente y que se habían caído con el coche por el barranco. La mujer le rogó que la ayudara, que tenía un bebé y se había quedado atrapado entre los hierros del coche, que bajara y lo sacara de allí.
El hombre cogió su equipo de montaña y se puso a bajar por el barranco. Al rato subió muy nervioso con el bebé en brazos y le preguntó a su esposa dónde estaba la mujer. Esta le respondió que se había sentado en una piedra grande que había allí en la carretera, pero cuando miraron ya no estaba. Entonces el hombre se metió rápidamente en el coche con el bebé y le dijo a su mujer que hiciera lo mismo. Arrancó el coche y se fueron. Su mujer, muy enfadada, le preguntó que por qué se iba con el bebé, que por qué no habían buscado a la mujer, el marido le dijo que se tranquilizara y que cuando llegaran a su casa le contaría.
Cuando llegaron, la mujer le pidió explicaciones a su marido. Este le contestó que cuando bajó y cogió al bebé vio a la mujer muerta, el accidente había sido brutal y su cuerpo estaba cubierto de sangre y el cinturón de seguridad enredado a su cuello.
El espíritu de la mujer era el que le había pedido ayuda para que salvaran a su hijo.
EL MISTERIOSO CARRUAJE DE BABA
Cuenta la leyenda que en un pueblo llamado Baba en la Provincia de Los Rios, Costa ecuatoriana, había una señora que era muy curiosa, demasiado chismosa y por lo tanto muy mentirosa... Era tan metida que ya se habían disuelto algunos matrimonios por su culpa. Nadie recuerda su nombre pero si lo que le sucedió.
Para las fiestas de este pueblo la gente solía quedarse hasta altas horas de la noche disfrutando de música y bailes. Pero esta señora se quedó en su casa despierta, tejiendo o quizá inventando otro chisme... A las 12 am en punto escuchó el andar de un par de caballos y el rodar de un carruaje, escuchó gente riendo y brindando, cualquiera pudo pensar que eran las personas del pueblo celebrando pero ella decidió salir a ver que pasaba.
Al abrir la puerta se pudo percatar que aquel carruaje era demasiado elegante y muy amplio, así que debe ser alguien de mucho dinero y muchos amigos pensó, Caminó 10 pasos más talvez así podía ver algo, de repente un hombre bajó del carruaje, muy bien vestido y un tanto atractivo, que emanaba un olor demasiado varonil quien acercándose a la señora con una sonrisa le dijó: Buenos días hermosa señora lamento importunarla, pasábamos por aquí porque supimos que hay una fiesta, somos extranjeros y no conocemos mucho el lugar y dudamos de la gente pues no han sido muy amable con nosotros, en cambio usted ha salido a recibirnos, le agradecemos su interés y no quisiera que piense que abuso de su confianza bella dama pero me gustaría pedirle un gran favor si no es mucha molestia.
A lo que la señora le contestó: Uy si esta gente es muy mala, nunca se comiden con nadie, son egoístas y les molesta ayudar a la gente, hay personas que son indignas de vivir por aquí pero que se le puede hacer? claro caballero yo le ayudaré, que desea que haga por usted?
El hombre le dijo: Tengo algo muy importante señora mía en este cofre (una cajita hecha de bronce con medidas de aproximadamente 10cm x 10cm) y no quisiera que se me extravíe, vamos a tantos lugares que no sé donde podría guardarlo, es muy valioso para mi, podría usted tenerlo tan sólo por 3 días, prometo regresar a esta misma hora para pasarlo retirando, está usted de acuerdo linda dama? le recompensaré
Y la señora respondió: Claro caballero con gusto yo le guardaré su cofre, tenga cuidado con la gente del pueblo vecino son unos ladrones y unos chismosos. Vaya tranquilo que su cofre está en buenas manos.
El hombre sólo dijo estas últimas palabras: Gracias preciosa dama, quien como usted... tan sólo no abra el cofre pues es muy preciado para mi... No lo abra ni permita que nadie más lo abra... Tengo su palabra?
La señora un poco curiosa al respecto asintió con la cabeza y el hombre le sonrió se dio la vuelta y subió al carruaje que se marchó veloz.
La mujer entró a la casa y puso el cofre debajo de su cama y como si hubiera hecho algo realmente sublime sonrió y se fue a dormir. Al día siguiente se percató que salía una luz de la parte inferior de su cama y pudo observar que provenía de ese cofre, la curiosidad la invadía y quería abrirlo pero recordó las palabras del caballero y optó por no hacerlo. Fue a contarle a sus vecinas lo que le ocurrió y cuando ellas le preguntaban que había en el cofre no sabía que decir pues lo ignoraba completamente, estas señoras se burlaban de ella porque decían que quizá era oro o eran joyas, talvez era mucho dinero del que ella podría aprovechar TAN TONTA ERES QUE NO PUEDES AUNQUE SEA ECHAR UN OJO... ÉL HOMBRE NO LO SABRÁ!
Con estas palabras la intriga la embargó. Sin embargo siguió chismeando de otras cosas, realizó sus quehaceres domésticos y se marchó a dormir.
Al segundo día pudo también soportar la curiosidad pero llegó el tercero y la luz del cofre era más llamativa, no esperó más y con todas sus fuerzas abrió el cofre y encontró una tela blanca que al parecer cubría algo, sacó la tela y descubrió que eran HUESOS dentro del cofre, algunos eran dedos, otros no sabía de que parte del cuerpo procedían, pero tenían sangre todavía... La mujer vomitó sobre el cofre y se desmayó! Pasaron unas horas pero todavía estaba la luz del sol y fue donde una bruja que vivía por el sector, le contó todo lo sucedido y ella le dijo:ESTARÁS MUERTA PARA DESPUÉS DE LA MEDIA NOCHE, ESE HOMBRE ES EL DIABLO Y QUERÍA DEMOSTRAR QUE TU ALMA LE PERTENECE SIMPLEMENTE PORQUE NO PUDISTE DETENER TU LENGUA NI AGUANTAR LA CURIOSIDAD.
Nooooo! por qué??? dijo la señora; dime bruja que puedo hacer? y la bruja le contestó: pídele al sacerdote perdón en nombre de Dios y consigue agua bendita, mójate las manos, la cara y los pies, debes tener a un niño recién bautizado en brazos y hacerlo llorar justo cuando estés entregando el cofre en las manos del diablo y un gato debe estar a tu lado maullando. Esto lo espantará y te dará la oportunidad de vivir.
Apenas escuchó esto pidió cuidar al bebé de un pariente que vivía cerca, adquirió un gato de dudosa procedencia y había ido a la iglesia a confesarse de tantos males provocados a sus vecinos y bendijo unas pomas con agua, prácticamente se bañó con ella y sólo esperaba ansiosa la media noche para librarse de esta mala experiencia... Había anteriormente lavado con miedo los huesos y el cofre para dejarlo tal como estaba.
Tocó el reloj la media noche y se escuchó el relinchar de los caballos y se oyeron las ruedas de aquel carruaje pero esta vez era un sonido espantoso. El diablo bajó del carruaje que ya no lucía tan elegante ni hermoso, peor él... pues estaba vestido de negro y casi ni se veía su rostro pues lo tapaba una neblina oscura... El diablo habló y le dijo: MALDITA MUJER ME HAS ENGAÑADO Y HAS ABIERTO MI COFRE LO SÉ Y LO QUE VAYAS A HACER NO TE LIBRARÁ DEL FUEGO DEL INFIERNO...ENTRÉGAME EL COFRE Y TE RECOMPENSARÉ LLEVÁNDOME TU ALMA.
La mujer atónita miró al que antes fue un atractivo caballero, hoy tenía patas de cabra y un enorme rabo, olía a azufre y su voz era tan tenebrosa que la hizo llorar del miedo, la señora pellizcó al bebé y este empezó a llorar, estiró su mano hacia el diablo para entregarle la caja y el gato la ayudó maullando de hambre.
El diablo la miró fijamente diciéndole... MALDITA MUJER HAS EMBARRADO MI COFRE DE AGUA BENDITA SI DIOS TE HA PERDONADO YO TE ESTARÉ VIGILANDO PORQUÉ SÉ QUE VOLVERÁS A PECAR Y ENTONCES TE LLEVARÉ CONMIGO.
Después de decir esto el diablo desapareció dejando oir sólo el trotar de los caballos y las oxidadas ruedas de la carroza.
La mujer se libró de ser llevada por el demonio pero desde ese día, después de la media noche se escucha el relinchar y el trotar de caballos y unas ruedas oxidadas... Nadie sale a ver quien es porque todos saben ya lo que les podría pasar!
LAS BRUJAS DE IBARRA
Dicen los pobladores que hace años existían unos seres voladores, con forma de mujeres pero con trajes muy largos y espesos, solían gritar, reir, sollozar en las madrugadas asustando a la gente. Algunos incrédulos se burlaban de estas brujas y terminaban convertidos en mulas o gallos.
Y eso, al parecer, le sucedió a Rafael Miranda, un conocido galeno de Ibarra, de inicios de siglo 20. Cuentan la gente que el doctor Miranda desapareció un día sin dejar rastro. Sus amigos lo buscaron por todos lados, su familia estaba desesperada. El tiempo pasó y una tarde, un conocido del doctor Miranda recorría unas huertas por Mira y observó a un hombre desaliñado con un azadón (herramienta para cavar parecida a la pala).
Al acercarse comprobó con que era el doctor Miranda. Lo sacó del lugar y tras curaciones prodigiosas el volvió a su estado normal pues sólo pasaba cacareando y moviendo la cabeza como un gallo.
Otra historia, en cambio, sirvió para que Juan José Mejía, un popular odontólogo de Carchi e Imbabura, justificara una parranda de tres días. Cuando le preguntaron porque no había llegado a la casa contestó sin ninguna duda: “Estuve en Mira amarrado a la pata de una cama, no recuerdo que más sucedió pero cuando recuperé la conciencia vi muchas brujas que se secreteaban en la otra habitación y escapé”.
Las brujas le daban TARDÓN a la gente, es una bebida que basta un solo trago para que la persona termine inconsciente o hablando tonterías (delirando).
Hubieron políticos y autoridades, víctimas de las brujas quienes se daban cuenta muy tarde de lo que habían bebido, ellos quedaban arrumados en las sillas de madera, con un olor a aguardiente (uno de los ingredientes del tardón -elaborado de papa y de compuestos secretos) -Cuando alguno de ellos recuperaba la conciencia y trataba de levantarse se percataba que no sólo estaba sucio y apestoso sino también perdido en el bosque o a veces se encontraba comiendo cosas inexplicables. Algunos con dicha pero con cierto grado de locura podían regresar a casa, otros aún siguen desaparecidos.
“De villa en villa y de viga en viga, sin Dios ni Santa María” Esto escuchaban algunos habitantes justo antes de observar a estas dichosas brujas emprender el vuelo. Eran sus palabras mágicas para llegar al firmamento.
Su único delito, podría decirse, es volar para conocer tierras lejanas o para visitar a algún amante venturoso que abre su puerta antes que la bruja tope el suelo. Hay quienes dicen haberlas visto reunidas practicando iniciaciones antiquísimas, en medio de un prado. Con suerte, si levantamos la mirada al cielo en una noche de luna es posible que localicemos a una bruja que regresa del sur y pasa por encima del pequeño Ceibo, del parque Pedro Moncayo. Hay otros que aseguran que suelen escucharse gritos, risas y llantos en las madrugadas del lugar... todo esto proveniente de las brujas.
LA LLORONA
Es una mujer alta y estilizada cuyo atuendo es de color blanco, aunque no es posible distinguir sus rasgos faciales. Los relatos populares, la describen también como una mujer sin pies, en efecto, parece desplazarse por el piso sin rozarlo.
Cuenta la leyenda que ella salió de su casa para buscar algo mejor pues toda su familia era muy pobre y no les alcanzaba ni para comer, así que se fue a buscar un trabajo donde vivían los ricos, en una casa la dejaron entrar como empleada doméstica, ella era muy servicial y responsable, era bien tratada por sus amos.
Con el pasar del tiempo el hijo mayor de sus amos iba en las noches hasta su cuarto para enamorarla hasta que abusó sexualmente de ella. Él le indicó que le contara a nadie lo que había sucedido o la botarían de la casa. Ella nunca dijo nada pero había quedado embarazada y eso no lo pudo ocultar por mucho tiempo. Los amos al enterarse la botaron de la casa y a ella no le quedó más remedio que regresar a su casa pero también la botaron pues era indigno y pecaminoso embarazarse sin haberse casado.
Ella se ocultaba por los árboles cerca de un río hasta que parió, con mucho dolor y vergüenza arrojó al bebé por el río recordando que todos la señalaban por cometer ese pecado.
El eterno penar de la LLORONA se debe a que aún busca a ese hijo pues se arrepiente de haberlo tirado al río y parte de su penitencia es castigar a los muchachos que andan de amores prohibidos sólo con mirarlos o acercándose a ellos dándoles un abrazo mortal.
Se la llama “LA LLORONA” por sus gemidos aterradores además suele escucharse cerca del río que ella grita sin cesar Dónde está mi hijo? Devuélveme a mi hijo!!! A veces esto enloquece también a los animales.
Hay otros relatos donde la consideran señal de malos presagios, un indicador de mal agüero: puede acercarse para enfermar a las personas, empeorar a los enfermos o traer desgracias a los seres queridos.
En otros relatos, LA LLORONA se presenta como una joven inofensiva que necesita consuelo y ayuda, despertando piedad en la gente que, cuando se acerca a consolarla, les roba todas sus pertenencias y los mata.
EL PADRE ALMEIDA
La leyenda cuenta que Hace muchos años había en Quito un convento de monjes donde todas las noches salían algunos frailes a comer buñuelos supuestamente, escapaban trepando por un brazo de la estatua de Cristo.
No sólo iban a comer buñuelos pues en ese lugar tocaban la guitarra, cantaban “No hay nada de malo en todo esto” pero el padre Almeida también se tomaba sus traguitos.
Esto sucedió durante varias noches. El Padre Almeida cada vez invitaba a más compañeros del convento y al trepar como de costumbre por el brazo de Cristo , éste le preguntó:
¿Hasta cuándo padre Almeida?
Almeida se quedó atónito por un momento, pensó que su mente lo engañaba (seguramente la conciencia) y este le contestó:
"Hasta la vuelta señor"… y se marchó.
Un día ya borracho, salió de aquel lugar y caminó por las calles de Quito tratando de regresar al convento y de repente observó a 6 hombres altos vestidos completamente de negro con un ataúd a cuestas. El padre Almeida algo curioso al respecto se asomó al ataúd que abierto estaba en la cabecera y se vió a si mismo!!!
Se puso a pensar que eso era una señal y que si seguía bebiendo así podía morir intoxicado,
Recordó las palabras del Cristo: ¿Hasta cuándo Padre Almeida?… Y nunca más se escapó del convento peor para beber sus tan anhelados traguitos. Y le prometió a Cristo nunca más caer en pecado.
- Hay personas que utilizan esta frase cuándo alguien se porta necio o malcriado haciendo referencia a esta leyenda ¿Hasta cuándo Padre Almeida? ¿Hasta cuándo?...
EL TINTÍN O EL DUENDE
El diablo tiene varias formas y nombres: Tintín, Duende, El Malo, Belcebú, Demonio, Lucifer, en fin.
Este diablo toma forma de un hombre con estatura de 50 cms aproximadamente, físicamente espeluznante.
Se aparece en toda la Costa ecuatoriana, en lugares apartados, en los campos, en lugares sólidos y peligrosos o en horas de la noche. Enamora a las mujeres con sus palabras y promesas, a veces las viola dejándolas embarazadas luego paren niños anormales, dicen por ahí que los niños nacen mitad animal, mitad hombre o simplemente deformes.
Estos duendes también asustan niños, les quitan sus juguetes y los esconden. Es muy frecuente que al anochecer una vez acostados en cama, EL DUENDE les jale las piernas o las sábanas.
Este duende usualmente usa un sombrero que le llega un poco más abajo de las orejas, lleva una vestimenta colorida, su miembro viril es sumamente desarrollado, al extremo de llevarlo arrastrando por el suelo y mientras camina produce un silbido lúgubre.
Persigue y acecha a las mujeres casadas o solteras, de cabello largo y cejas abundantes (color negro) para poseerlas carnalmente, luego de sumirlas en un trance hipnótico, aveces deja moretones en los brazos y piernas de estas mujeres.
Cuando se enamora de una mujer sale por las noches de los huecos donde vive, y lleva una piedra imán en un mate, la cual coloca debajo de las escaleras para que todos los habitantes de las casas se duerman y una vez que esto se cumple él tiene relaciones sexuales con la mujer que desea.
Es una leyenda típica de la Costa, propia de la zona montubia. El folclorista Guido Garay recuerda: “Era la época en que las mujeres no salían a la calle. Y como esto no ocurría, si en una casa una de ellas salía embarazada, la respuesta inmediata de la gente del vecindario era: “Es obra del Tintín”.
CANTUÑA Y SU PACTO CON EL DIABLO
Un indio quiteño llamado Cantuña, cometió la locura de firmar un solemne compromiso para construir una iglesia. Se acababa el plazo y la obra estaba a la mitad. Con el esfuerzo humano, era imposible acabar tan pronto, él, demasiado fatigado, consumido por la fiebre y el miedo a ser humillado, pensaba:“Faltan sólo 18 horas para terminarse el plazo”. Los sueños de dicha se iban abajo ante la realidad terrible. Pronto sería encerrado en la cárcel por incumplimiento de contrato. El orgullo del indio le devoraba.
Ya casi anochecía y el pobre indio ansioso recorría a largos pasos la habitación; creyó distinguir una voz misteriosa que le decía, que el Señor había atendido su ruego y de repente de entre las piedras salió un personaje misterioso, envuelto en manto rojo. Su rostro era oscuro, sudoroso; pero una sonrisa se dibujaba en la boca enorme. Calzaba botas retorcidas y también rojas.
-Cantuña, le dijo, se cuál es tu dolor; mañana serás desgraciado y sin honra. Pero yo puedo consolarte en tu aflicción. Antes de que asome el alba, el atrio estará concluido; tú, en cambio, firmarás hoy este contrato. ¡Soy Luzbel, y quiero… tu alma! ¿Aceptas?
El indio no pensó dos veces:
-Acepto. Pero si al amanecer, antes de que se pierda el sonido de la última campana del Avemaría, no está concluido el atrio; si falta una piedra que colocar, una sola, óyelo bien, el contrato será nulo.
-Hecho. Firma el documento, contestó el demonio.
Al día siguiente, cuando empezaba a romper el alba, Cantuña se dirigió presuroso a San Francisco. La obra estaba al concluirse; millones de diablillos rojos cruzaban, como lenguas de fuego, por el espacio, atareados en la construcción del atrio, que majestuoso se alzaba… Y la pobre alma del indígena, estaba ya perdida. Una oración, la última llena de fe y penitencia, salió de sus labios. Luzbel, reía.
Al amanecer un pálido color violeta empezó a cubrir el firmamento; el sol se desperezaba tras el monte Ichimbía. Lentas, graves y consoladoras sonaron las cuatro campanadas que anunciaban la aurora.
-¡Victoria!, rugió Luzbel.
-¡Victoria!, exclamó el indio. ¡Falta una piedra!
En efecto: un bloque, uno sólo, faltaba aún. El alma de Catuña se había salvado… ( porque en su sapiencia escondió ese bloque dentro de su poncho)
Satanás, maldiciendo, se hundió en los infiernos, con sus diablillos. El alma del indio estaba libre; y como recuerdo, el atrio alzábase solemne, frente a las miradas de los creyentes quiteños. Y HASTA HOY FALTA LA PIEDRA EN LA IGLESIA, cuentan algunos que si llegan a poner un bloque... la iglesia se derrumbará
la dama tapada
Se dice que la Dama Tapada, se aparecía en horas cercanas a la medianoche a las personas que frecuentaban callejones pequeños no muy concurridos. Según las historias relatadas por muchas personas acerca de estos acontecimientos, una extraña joven se les aparecía, vistiendo un elegante vestido de la época, con sombrilla, pero algo muy particular en ella era que llevaba su rostro tapado con un velo, el cual no permitía que las víctimas la reconocieran.
Al estar cerca de la Dama, se dice que despedía a su entorno una fragancia agradable y, por ello, casi todos los que la veían quedaban impactados al verla y estar cerca de ella. Hacía señales para que la siguiesen y, en trance, las víctimas accedían a la causa, pero ella no permitía que se les acercara lo suficiente. Así, los alejaba del centro urbano y en lugares remotos empezaba a detenerse. Posteriormente, cuando las víctimas se le acercaban a descubrirle el rostro, un olor nauseabundo contaminaba el ambiente y, al ver su rostro, apreciaban un cadáver aún en proceso de putrefacción, el cual tenía unos ojos que parecían destellantes bolas de fuego.
La mayoría de las víctimas morían, algunos por el susto y otros por la pestilente fragancia que emanaba el espectro al transformarse. Muy pocos sobrevivían y en la cultura popular los llamaban tunantes.
Desde aquellos acontecimientos, hay quienes dicen que posteriormente aún transita por los callejones por las noches.
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